
EL CREDO.
/
El teatro es el lugar donde las lágrimas de virtuosos y malvados hombres se mezclaron por igual.

El Credo es solo el nombre que se les dio fuera de su propia organización; en un lugar donde los nombres son efímeros y las identidades inútiles, sus miembros no necesitan una palabra que los identifique. Ellos saben quiénes son, ellos saben lo que hacen, ellos son uno de muchos. No tienen una causa ni una motivación, solo su Fundador sabe el objetivo real del Credo, pero ¿y quién es él? ¿De dónde vino? Nadie conoce su nombre, nadie recuerda su rostro, ¿lo han visto alguna vez, siquiera? Todo cuanto saben es que él da las órdenes, él acepta los encargos, él señala y los demás obedecen. Es cuanto necesitan saber una vez se unen al "uno de muchos". Solo los Pioneros, también conocidos como Directores, pueden decir que lo han visto, aunque no lo recuerden; ellos fueron los primeros, los elegidos para establecer las bases de un imperio en las sombras. Ese era el deseo de los Directores, construir una civilización oculta cuyos dedos alcanzasen todos los rincones del mundo, un gobierno sigiloso. Fueron los primeros de muchos.
NADA EXISTE, TODO ESTÁ PERMITIDO


EL CREDO NO JURA LEALTAD
El Credo solo existe para si mismo.
Los Actores solo responden ante el Fundador.
Nadie existe fuera de la organización.
La función debe continuar, bajo cualquier circunstancia.
El deber con el Credo termina con la muerte.
Cada personaje es único.
Los secretos que descubrimos pertenecen al Credo.
Somos uno de muchos.

La forma en que el Credo obtiene a sus Actores ha variado a lo largo de su existencia, perfeccionándose y convirtiendo un proceso de captación en uno de selección artificial; los Directores fueron el primer paso, tosco y pobre, el Fundador tuvo en cuenta solo sus intereses comunes para reclutarlos, sabiendo que ellos no formarían parte del grueso principal de su ejército, de su Imperio. De ellos solo requería tres cosas: conocimientos, motivación y lealtad. Lo primero para que encontrasen a los futuros Actores—y que su sapiencia pasase a los futuros Observadores—, lo segundo para que nunca se detuviesen, y lo tercero para que nunca le dejasen.
​
Esos fueron los cimientos del Credo, pero quedaba mucho por andar.
​
El Fundador dirigió su interés hacia las naciones más débiles, su búsqueda se centró en el conflicto donde esperaba encontrar a los seres humanos más aptos para su idea. Los primeros fueron errores en todos los sentidos, pero sirvieron para pulir los parámetros que los sujetos debían cumplir, también sentaron las bases del entrenamiento al que más tarde someterían a los futuros Actores.
​
Los métodos que el Credo utilizó para captar a sus nuevos miembros empezaron desde la persuasión, sin embargo aprendieron pronto que era ineficaz y lento. Optaron entonces por métodos más violentos, que no siempre—aunque si a menudo—implicaba secuestros; también contaban con un amplio presupuesto para la compra de esclavos, que fueron su principal fuente de Actores al principio, mientras no pulían los métodos de observación y selección.
​
Cuando ya tuvieron suficientes Actores dejó de ser necesario buscar a los aspirantes por el mundo, aunque ocasionalmente se haga, sino que pueden seleccionar aquellos que resulten más "interesantes" para que se reproduzcan entre si. Actualmente la selección artificial o "cría" de actores es la forma más recurrente de obtener sangre nueva. Aquellos que nacen con deformidades, problemas físicos o psicológicos incompatibles con su "profesión" son abandonados; los que en edades tempranas demuestran incapacidad para superar las pruebas, también. Si fallan notablemente comenzado su entrenamiento se les somete a una "terapia de renacimiento" y se les abandona también.